Con el calor, el cuerpo nos pide comidas ligeras y fresquitas. Podría ser una ventaja para llevar una dieta sana, porque comer bien en vacaciones es posible. Con 35 grados a la sombra puede que no tengas ganas de comer. Y mucho menos de pasarte toda la mañana en la cocina. El estilo de vida más reposado y libre de estrés del verano, y las altas temperaturas, hacen que nuestro organismo necesite menos energía para funcionar y, por lo tanto, el apetito disminuye. Olvidarse de la rutina, ser flexible con los horarios y tener manga ancha con algunos caprichos forma parte del disfrute de la estación, pero es posible hacerlo sin perder el norte. Variedad en los colores (rojos, naranjas, verdes…), ligereza en las técnicas de cocción y frescor: agua, mucha agua, y alimentos con alto poder hidratante… Apuesta por los productos de temporada. La naturaleza es sabia y nos da cada temporada lo que necesitamos. «Los pilares de la alimentación veraniega son verduras, hortalizas y frutas fr...