El ser
humano es de los pocos animales que duerme una sola vez al día. El resto
alternan fases de sueño y vigilia
durante todo el día.
Algunas investigaciones indican que el hombre
primitivo también lo era, pero abandonó esa costumbre para adaptarse a
ritmos de vida cada vez más rápidos.
En los últimos cien años, además,
hemos perdido, al menos, dos horas diarias de sueño. Por eso, la
costumbre de la siesta, que solo practica en España un 16,2% de la
población, podría
ayudarnos a recuperar el sueño perdido y asegurarnos un ritmo de vida
más sano. Porque la siesta, como ha demostrado la ciencia, proporciona
beneficios físicos y mentales.
Previene las cardiopatías. La siesta ayuda a disminuir en un 37% el estrés y el riesgo de padecer
enfermedades cardiovasculares.
Cuando
se duerme, se libera, sin embargo, la hormona del crecimiento, antídoto
del cortisol, que estimula el sistema inmunológico, reduce el estrés y
la ansiedad, ayuda a reparar los músculos y a perder peso.
Reduce la tensión arterial. Un
estudio ha demostrado que quienes duermen una siesta diaria
de entre 45 minutos y una hora tras haber soportado un día de estrés y
tensión psicológica ven disminuir su presión arterial y su ritmo
cardiaco.
Facilita el aprendizaje. Quienes duermen la
siesta rinden más por las tardes y aumentan en un diez por ciento su
capacidad de aprendizaje. El sueño, dicen, permite afrontar nuevos
conocimientos y fijar los ya adquiridos. Sería algo así como resetear el
cerebro. Por esta razón, el descanso tras el almuerzo aumenta la
productividad de los trabajadores y el rendimiento escolar de los niños.
Aumenta la concentración.
Existen numerosos estudios que demuestran que la siesta (incluso de
seis minutos) contribuye a mejorar cualquier tarea que suponga recordar
listas de palabras o de objetos. El sueño facilita el almacenamiento de
la memoria a corto plazo y deja espacio para nuevos datos. Durante el
sueño, los recuerdos recientes se transfieren del hipocampo al
neocórtex, nuestro disco duro, donde se consolidan los recuerdos a largo
plazo.
Estimula la creatividad. Estimula la actividad de
la zona del cerebro (el hemisferio derecho) que se asocia con esta
capacidad.
Facilita resolver problemas. Cuando las personas alcanzan la fase REM del sueño (fase
de gran actividad cerebral en la que soñamos), les lleva menos tiempo
realizar diferentes conexiones entre ideas.
Mejora los reflejos.
Un estudio de la NASA a 747 pilotos demostró que aquellos que dormían
una siesta diaria de 26 minutos cometían un 34% menos errores en el
trabajo y duplicaban sus niveles de alerta.
Fomenta la positividad. Los individuos que duermen la siesta y
pasan por la fase REM aumentan su receptividad ante la expresión facial
de felicidad, mientras que quienes no lo hacen manifiestan más ira y
miedo.
Mejora el estado de ánimo. La
serotonina es un neurotransmisor que regula el sueño, el apetido y el
estado de ánimo. Y dormir inunda nuestro cerebro de serotonina, lo que
nos proporciona una sensación de satisfacción y bienestar.
Consejos para disfrutar de una siesta reparadora
¿Dónde?
Es básico encontrar un lugar cómodo, con una temperatura agradable, un
ambiente tranquilo, con escaso ruido y poca luz. Es mejor dormir la
siesta en un sillón que en la cama, especialmente cuando se padecen
reflujo gástrico u otros problemas digestivos, cuyos síntomas aumentan
en posición horizontal.
¿Cuándo? Lo
más adecuado es descansar después de comer, entre las 13 y las 17
horas. Diversos estudios demuestran que el periodo de mayor somnolencia
está en esa franja horaria. Además, los ritmos circadianos sufren una
caída precisamente entre las tres y las cinco de la tarde.
¿Cuánto? En
condiciones normales no debe durar más de 30 minutos. Si se necesita
dormir mucho más y su sueño nocturno es normal, eso podría revelar la
existencia de algún trastorno del sueño, estado depresivo u otra
enfermedad que convendría consultar.
Advertencias
No olvides que cada persona es un mundo, así que escucha a tu cuerpo.
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